4/9/08

¡Más arrogancia, por favor! (2)

El cómic padece un doble mal: por un lado, la falta de hábito lector que también sufre la literatura (la mejor manera de guardar un secreto en España es publicarlo en un libro, decía Azaña), por otro, su poca consideración entre buena parte de los que sí tienen inquietudes culturales. Sobre el primer mal poco hay en nuestra mano, pero puede que sí haya algo que hacer con respecto al segundo.

Quizás, darnos más importancia, rodearnos de un discurso farragoso que impresione o espante por ininteligible al respetable, nos proporcione ese barniz de prestigio tan necesario para combatir el segundo mal. El sentido de lo que digamos es lo de menos, lo importante es el envoltorio, la imagen. En el fondo, no hay que inventar nada. Basta con fijarnos en lo que hacen quienes cultivan otros medios a los que les va bastante mejor a pesar de ser (o quizás, precisamente, por ser) menos populares. No parece que la gente acuda en masa a los museos de arte contemporáneo para ver instalaciones, happenings o performances (sigo sin saber muy bien qué son después de cinco años en Bellas Artes aunque el mío sea un caso extremo). Sin embargo, todas estas propuestas gozan de un prestigio (en forma de ayudas y de dobles páginas en suplementos culturales) que ya quisiera el cómic para sí. Creo que se debe, en parte, a que estos artistas han comprendido que la capacidad de persuasión es más importante que el talento para la plástica. Seguir su ejemplo nos dejará menos tiempo para el tablero de dibujo y el bloc de notas lo que, a la postre, hará que nuestra obra se resienta. El prestigio tiene su precio.

Buscando ejemplos a imitar he encontrado un texto de una artista valenciana ya consolidada definiendo varios de sus trabajos:

Estos proyectos consisten, en general, en la disposición de ciertos mecanismos en los que el espectador queda atrapado en función de una observación psicológica y cuya acción se basa en una violencia simbólica. La tarea de estos dispositivos sería, grosso modo, la de entender lo real como el resultado de una articulación psíquica: indagar y mostrar estos mecanismos de construcción de lo real y de la jerarquía de la representación a través de la mirada, por cuanto, entre otros motivos, su conocimiento puede poner de manifiesto la relevancia del placer visual como un medio de establecer relaciones de poder.

La instalación titulada "The observer".
No puedo decir que me oponga. Tampoco puedo decir que lo entienda. Veamos si con explicaciones adicionales salimos de dudas:

Pero esta contradicción que caracteriza las condiciones históricas en las cuales nos desenvolvemos quienes en el presente ejercemos como trabajadoras y trabajadores culturales del arte contemporáneo no es sino el reflejo de la contradicción fundamental, superestructural, que diríamos sobredetermina las condiciones en las cuales la obra de arte puede hoy tener lugar en el seno de la institución. Por operar en el contexto político de libertades formales de las sociedades liberales -y el mito del artista como individuo iluminado y esencialmente libre, no lo olvidemos, no es sino un reflejo en la esfera de la alta cultura burguesa de tal marco político liberal-, la libertad de expresión parece una condición hoy por hoy incuestionable también para la práctica del arte. El ejercicio del arte como crítica a la luz de las prácticas materialistas que exploraron y pusieron a prueba los límites de las instituciones que sustentan el discurso de la cultura visual en tanto que espacio ideológico fue uno de los motivos de la crisis de legitimación que se abrió en el seno de éstas en pasadas décadas.

Supongo que el lector habrá advertido el tono de broma de este post. No creo que la actitud que adoptemos tenga grandes efectos a medio plazo. Pero es divertido imaginarse por un rato a los dibujantes de cómic definiéndose a sí mismos como trabajadores y trabajadoras culturales de la narrativa gráfica secuencial y pictográfica contemporánea.

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4 comentarios:

EduXavi dijo...

En mi opinión, a estas alturas de la película, el cómic no tiene que demostrar ya nada, y ya se puede encontrar, sin ninguna dificultad, mucho material bueno que satisfaga el paladar de los más exigentes... A mí, que me adornen la definición de tal o cual obra con innumerables florituras, no me transmite nada, porque realmente sólo contarán las sensaciones que cada uno reciba cuando se enfrente a la lectura en cuestión y, a veces, simples palabras bien dichas saben captar más tu atención que otras más recargadas y barroquizantes, al mismo tiempo que los gustos son tan variados que, lo que puede gustar a uno al otro posiblemente no le llegue, y a la inversa, pero no por eso uno tiene que dejar de leer lo que los demás puedan opinar de una obra si está coherentemente y bien expresado. Puede que te abran nuevos puntos de vista que hasta entonces no habías vislumbrado en una primera aproximación, hacerte reflexionar y poder, incluso, hacerte cambiar de opinión.
Los que estamos habituados a la lectura de cómics, los amamos, disfrutamos con ellos y nos llenan, no nos hace falta que nos vendan la moto con bellas palabras intelectuales... pero eso no quita que el cómic no deba de ser promocionado de una manera racional por parte de todos, autores, aficionados, editoriales y prensa, porque, queramos o no, el cómic aún no está en el sitio que le corresponde por su calidad y méritos propios en nuestro país, y hay que vender el producto al lector generalista y que casi desconoce, por completo, este arte (aparte de disuadirlos del recurrente tema de creer y estar convencidos de que son tebeos hechos exclusivamente para niños), para que, poco a poco, tenga la consideración que se merece en el conjunto de la sociedad que, muchas veces, no la tiene por puro desconocimiento del medio y de lo que los autores son capaces de crear para hacernos disfrutar de una buena historia gráfica. Y, con ello, finalmente, todos saldremos ganando... los aficionados disfrutaremos de buenas historias, la prensa tendrá buen material del que poder informar, las editoriales, grandes y pequeñas, podrán editar desahogadas y arriesgarse con nuevos productos, y los autores podrán vivir de hacer aquello que más le gusta: los cómics.

Jordi Peidro dijo...

En la época en que estuve dando clases en la Escuela de Arte, había una curiosa dicotomía entre los que argumentaban sus obras con palabrería de todo tipo, y los que se defendían con un simple lápiz.
Los primeros atacaban ferozmente a los segundo despreciándoles por su habilidad manual.
Estos otros, casi exclusivamente, en la especialidad de ilustración - con alguno de gráfico camuflado - y, la mayoría, gentes del tebeo, no hacían nada para responder a ese desprecio.

Recuerdo que un día una alumna, que llegó avanzado el curso y de forma circunstancial a "ilustración", vino a decirme, que detrás de aquellas pintas extrañas, esos chicos - y chicas - tenían un gran bagaje cultural - sabían de cine, de arquitectura, de dibujo, de color, de guión, de planificación, de narrativa... - que no había visto ni de lejos en otros departamentos.

Yo no creo que sea tan radical la situación, pero creo que la anécdota es ilustrativa de lo que propones en tu post.

Max Vento dijo...

El post iba un poco en tono de broma, como habréis advertido y como ya lo explico en el propio post. Pero sí ha dado la impresión a veces de que los que cultivan otras artes, (especialmente instalaciones, performances etc.) se dan mucha más importancia a sí mismos que el resto que no tienen por qué hablar tanto, porque su obra habla por ellos. A veces me preguntaba si realmente les gustaba el arte o la crítica de arte. Algún día escribiré sobre ello, creo.

Max Vento dijo...

Eduxabi:
Estoy de acuerdo contigo. El cómic ha demostrado que es un medio con mayúsculas. El problema ahora que esas grandes obras estén a la vista de un gran publico y que poco a poco se derriben estereotipos.